El tema del posible impacto que la automatización y la inteligencia artificial puedan tener en el empleo, en el corto a mediano plazo, es comúnmente subestimado en nuestros países, casi como un tema de ciencia ficción o algo que de todas formas va a ocurrir en algún momento y por tanto no vale la pena preocuparse.
En un reciente evento de la firma Littler se publicó un informe sobre el desplazamiento de trabajadores causado por la tecnología o TIDE (Technology Induced Displacement of Employees), por sus siglas en inglés.
El informe arroja datos escalofriantes que no pueden ser ignorados: Se proyecta que en los próximos 15 años, el 40% de los empleos existentes en el mundo van a desaparecer, producto de la automatización o la aplicación de tecnología que abarate y desplace la labor realizada. Entre las labores condenadas a ese destino se encuentran las que son más manuales, repetitivas y de poco análisis o requerimiento de la creatividad, tales como la de conductor u operario de alguna máquina, choferes, pilotos, operarios de maquinaria pesada, conductores de autobuses, trenes, taxis, los dependientes de comercio, saloneros, meseros, cocineros, lava platos, cajeros, empacadores, bodegueros, misceláneos, enfermeros, operadores de call center, en fin, la lista es realmente extensa.
Uno de los principales argumentos de los detractores del impacto del TIDE es que de la misma forma en que los empleos u ocupaciones serán desplazadas, se crearán nuevas plazas u ocupaciones, muchas veces hasta ahora insospechadas, como producto de las nuevas tecnologías y procesos que se crearán con la automatización. Sin embargo algunos punto son claros: Primero, es poco probable que se cree un número igual o al menos comparable a de ocupaciones desplazadas y segundo, para desempeñar las nuevas ocupaciones creadas, se requerirán nuevas habilidades y conocimientos para desempeñarlas, por lo que se requerirá educación, preparación y adaptación de las personas que perdieron su empleo para poder aspirar a ocupar las nuevas ocupaciones.
El fenómeno representa una amenaza particularmente especial para un mercado como el latinoamericano, donde se recibe mucha inversión extranjera para el off-shoring de tareas que son más baratas de realizar en nuestros países que en mercados como el estadounidense o el europeo. Si en determinado momento, la inversión en tecnología de automatización resulta más barata en el mediano plazo que continuar la operación tradicional, las empresas van a preferir automatizar esos procesos o tareas, generando la desaparición de fuentes de empleo de gran valor en nuestro mercado.
Adicionalmente, la llamada Gig Economy que se caracteriza por la existencia de nuevas ocupaciones, usualmente informales a través del uso de la tecnología, está desplazando posiciones que anteriormente las ocupaban trabajadores formales, convirtiéndolas en informales, como ejemplo podemos mencionar conductores de taxi, mensajeros, repartidores de comida, así como profesionales que cada vez más encuentran en el freelancing una opción más flexible y atractiva que los tradicionales contratos de trabajo.
El fenómeno no es nuevo, ocurrió lo mismo durante la Revolución Industrial y la invención de máquinas de vapor que sustituían el trabajo manual de miles de trabajadores. A pesar de la disconformidad generalizada, las economías se adaptaron y como parte de los cambios surgieron las primeras regulaciones internacionales respecto al derecho al trabajo y la dignidad humana.
Sin embargo, un punto si es nuevo, la velocidad con que se prevé que el cambio se manifieste. Durante la Revolución Industrial, los ajustes se manifestaron durante un siglo o más, los efectos del TIDE se espera se manifiesten en los próximos quince años. ¿Qué medidas están tomando los países para anticiparse a la crisis socio económica que se generará?, ¿Cómo se preparan los sistemas educativos para brindar nuevos conocimientos y destrezas a los trabajadores que serán desplazados?, ¿Cómo se preparan las nuevas generaciones que hoy son estudiantes, para el nuevo reto ocupacional? Lamentablemente la respuesta a muchas de estas preguntas es la misma: No existe preparación alguna.
Por último, tenemos el reto desde el punto de vista legal para regular la nueva realidad. Nuestros sistemas están organizados para normar las relaciones laborales tradicionales y de ellos dependen los sistemas de salud y de pensiones o jubilaciones, así como gran parte del sistema financiero que califica a sus clientes en relación con su estabilidad en el empleo. Pero ¿qué pasará en el momento en que el sistema sea obsoleto y no regule la realidad de la economía y el mercado?
Todo lo anterior parece señalar que la era donde una persona subsistía del ejercicio de una determinada profesión u oficio llegará a su final. Cada vez serán requeridos trabajadores con conocimientos en distintas ramas y aquellos que tengan una marcada especialidad, principalmente en labores de tipo operativo serán desplazados por la tecnología.