Hace un siglo, decir que un padre se quedaba en casa a cuidar al nuevo bebé habría sido un agravio. Era prácticamente una regla extraída de las páginas del libro Paco y Lola que las tareas de cuidado eran responsabilidad exclusiva de las madres.
Afortunadamente, hemos entendido que debemos involucrarnos como padres, pero también necesitamos que el sistema laboral de nuestros países nos dé la oportunidad de hacerlo.
Algunas medidas para allanar el terreno son las licencias parentales que fomenten los roles parentales junto con la estabilidad en el empleo. Para los nórdicos, esto quizás suene obvio, pero en Latinoamérica sigue siendo un reto porque apenas comenzamos a desmitificar los roles sociales.
Cuando hablo de licencia parental, me refiero a un período remunerado en el que tanto mujeres como hombres puedan ausentarse de sus labores sin temor al despido, generalmente comenzando antes del parto o de la adopción.
Este concepto, promovido por la Unicef, se une a lo planteado por autoras como María Nieves Rico y Laura Pautassi, quienes destacan que este derecho no distingue géneros. Su énfasis está en el fenómeno propio de la paternidad y la maternidad, el interés superior de los menores y el derecho de estos a ser cuidados.
Padres en Latinoamérica
La cantidad de días de licencia varía entre los países de América Latina. Por lo general, las madres reciben varias semanas, mientras que los padres biológicos solo obtienen unos pocos días.
En Costa Rica, hace dos años se promulgó una ley que otorga licencias de paternidad, adopción y cuidado tras el fallecimiento de la madre.
Esta iniciativa procura combatir la discriminación laboral contra las mujeres y fomentar la idea de que las tareas de cuidado deben compartirse equitativamente, independientemente del género, la conformación de la pareja o de si no viven en el mismo hogar.
Actualmente, las madres tienen derecho a 16 semanas de licencia, pero los padres solo cuentan con 8 días no consecutivos. Desde una perspectiva comparada, los trabajadores que adoptan tienen un mejor beneficio, ya que reciben 12 semanas.
Esta realidad no difiere mucho del resto de Latinoamérica. En México, las madres tienen 12 semanas y los padres 5 días. En Panamá, son 14 y 3, respectivamente, mientras que en Perú las mujeres cuentan con 13 semanas y los hombres con 10 días.
Las notables diferencias contradicen el espíritu de la norma porque no es posible luchar contra la discriminación y fomentar la equidad si los períodos siguen siendo más amplios para la madre, cuya consecuencia indirecta es subyugarlas al cuidado y fomentar el estigma patronal de que no van a contar con las trabajadoras de la misma forma que con los empleados hombres.
¿Tenemos que seguir abogando por mayores prerrogativas a favor de los trabajadores que se convierten en padres? La respuesta es sencilla: debemos hacerlo, y no es válido decir que no hay recursos. Debemos procurarlos para ir avanzando por etapas e ir dando pasos significativos en esta materia.
Al igual que sucede con los derechos humanos y su carácter progresivo, el derecho laboral gira en torno a la persona y tiene como fin ampliar los derechos en lugar de restringirlos. Por tanto, las sociedades latinas deben seguir insistiendo en las reformas que faculten licencias más amplias y consideren las realidades del personal en su totalidad.
No es solamente un asunto de justicia y equidad para los colaboradores. Para las empresas y los países también tiene sentido, puesto que mejoran el desempeño y el crecimiento económico.
Amplia evidencia demuestra que los períodos de licencia 100 % equitativos y remunerados favorecen la retención de talento, por cuanto aumentan la lealtad y la satisfacción de los empleados. A su vez, se reduce la rotación y disminuyen los costos de reclutamiento y capacitación de nuevos colaboradores.
También, mejora el bienestar laboral, pues incide en la salud mental de los trabajadores, disminuye el riesgo de síndromes como el burnout y reduce las incapacidades al año.
Desmitificación
A pesar de las ventajas descritas, algunos empleadores creen que no contar con sus trabajadores durante tantas semanas afectará la productividad y aumentará los costos. Sin embargo, las experiencias de empresas líderes como Moody’s demuestran lo contrario. Esta multinacional aprobó una licencia parental de 16 semanas remuneradas con el 100% del salario, lo que ha mejorado la retención de talento, el desempeño laboral y el ambiente inclusivo.
Las nuevas generaciones demandan cada vez más estas medidas progresistas. Estudios como State of the World’s Fathers destacan que la mayoría de los padres y madres desean un mayor equilibrio entre sus responsabilidades familiares y laborales.
No cabe duda de que las empresas pueden desempeñar un papel clave en esta transformación social. Al romper los estigmas de género y apoyar a los trabajadores en sus proyectos familiares, se construyen ambientes laborales más productivos y justos, marcando hitos que, con el tiempo, se convertirán en normas.
Marco Durante Calvo
Socio director de BDS Asesores