En la era digital, los datos personales han adquirido un valor incalculable. Al ser recopilados, organizados y conectados con otros datos, estos se convierten en recursos estratégicos para las empresas, que los procesan y comercializan a gran escala.
Como afirmó Clive Humby en 2006: “Los datos son el nuevo petróleo”,
Con esa frase Humby, matemático británico y pionero en el campo de la ciencia de datos y estrategias comerciales centradas en el cliente, enfatiza que, al igual que el crudo, los datos solo adquieren valor una vez procesados. Según IBM, se generan más de 2.5 trillones de bytes de información al día, lo que pone en evidencia la magnitud de este fenómeno.
Entre los datos personales que las empresas procesan y comercializan —y que incluso se negocian en la Dark Web— se incluyen aquellos que pocas veces consideramos al entregarlos. Algunos de estos son: nombre completo, dirección, correo electrónico, número de identificación, datos de localización (teléfono móvil o IP), identificadores de cookies, identificadores de publicidad en dispositivos móviles y datos médicos o hospitalarios. Un estudio de Future Majority sobre el valor de la información calculó que la recolección de datos personales de los estadounidenses generó un beneficio de 76 mil millones de dólares en 2018, y proyectó que esta cifra llegaría a 198 mil millones de dólares en 2022.
Por esta razón, resulta cada vez más crucial tomar conciencia sobre los sitios web que visitamos, la información que proporcionamos y las cookies que aceptamos. Aunque revisar y configurar estas cookies puede parecer tedioso, es un paso esencial para proteger nuestros datos.
Además, es fundamental aprobar una regulación más rigurosa y ética para las empresas que procesan datos, asegurando que los ciudadanos tengan control sobre dónde y cómo se utilizan sus datos, qué información se recolecta y cómo pueden recuperarla. Esto es vital para proteger a los usuarios en el entorno digital.
Como señala el Dr. Eduard Blasi, profesor del posgrado en Protección de Datos de la Universitat Oberta de Catalunya: “La realidad es que, en el ecosistema de Internet, si no pagamos de forma directa, lo hacemos de forma indirecta con nuestros datos o incluso con nuestros metadatos”.
Por ejemplo, según Kaspersky y Atlas VPN, la venta de los datos de una tarjeta de crédito oscila entre 6 y 10 euros; los historiales médicos tienen un valor de entre 1 y 30 dólares; mientras que pasaportes, licencias o servicios pueden costar alrededor de 25 dólares. Información como el número de identificación, nombre completo, dirección, teléfono, correo electrónico y número de Seguridad Social se venden por tan solo 0.5 a 10 dólares. Estos precios han bajado debido a que robar esta información es cada vez más sencillo, un fenómeno que algunos expertos atribuyen a los avances en inteligencia artificial.
En conclusión, es nuestra responsabilidad ser conscientes de dónde compartimos nuestros datos, conocer las normativas que nos protegen y mantener una actitud vigilante para evitar fraudes o robos de identidad. Asesorarse adecuadamente en temas de protección de datos es fundamental. Si las empresas están dispuestas a pagar por su información, depende de usted darle el valor y la protección que merece.